Publicado 02 de mayo de 2018
Problemas ambientales: por qué no son lo mismo para todos
Mercedes Ejarque*
Los estudios de “lo ambiental” de distintas disciplinas y corrientes teóricas coinciden en que la Modernidad es el origen y el punto de partida de un conocimiento científico basado en una concepción dualista- dicotómica de las relaciones entre el hombre y la naturaleza. La naturaleza se volvía algo ajeno al hombre y de mero carácter instrumental, lo cual se tradujo al campo de la investigación y del conocimiento científico, generando una división entre ciencias naturales y sociales. El carácter dominante de esta visión dicotómica tuvo una clara consecuencia epistemológica: la tendencia al reduccionismo de los problemas ambientales, al determinismo natural o cultural, pero que, por centrarlos en la naturaleza, quedaron en manos de las ciencias naturales.
Cuando a partir de la década de 1960, cobraron importancia algunos problemas ecológicos de gran envergadura o globales, como el deterioro de los “recursos naturales”, la contaminación, entre otros, se agravó la crisis interna que venían teniendo las ciencias por su incapacidad para explicar y solucionar estos (y otros) problemas. Frente a ella, surgió la ecología, como ciencia que se desprendió de la biología para estudiar las relaciones entre los seres vivos y su entorno; y dentro de las ciencias sociales, al desarrollo de numerosas escuelas y perspectivas sobre el ambiente. El concepto ambiente, de hecho, se desarrolla en esta época englobando “a todos los elementos y relaciones que se encuentran dentro de la biosfera, tanto los que son estrictamente naturales como los que han sido producto, en mayor o menor grado, de la intervención humana” (Reboratti, 2000: 8). Se produce un cambio de enfoque en que comienza a predominar la idea de que la naturaleza y la sociedad se condicionan, influyen mutuamente, generando, mediante las relaciones que establecen entre sí, un sistema, una totalidad más compleja: el ambiente.
Con los años, los estudios sociales sobre el ambiente y, principalmente la Ecología Política, mostraron que la “naturaleza” es percibida y valorada de manera diferencial por cada uno de los agentes sociales (Martínez Alier, 2004; Ejarque, 2015). Entonces, partiendo de que el ambiente remite una relación entre la sociedad y la naturaleza, y que la naturaleza es objeto de múltiples definiciones, nos preguntamos acerca de qué es entonces un problema ambiental y si son iguales para todos.
Para ello, veamos un ejemplo de una investigación realizada en las tierras secas de Chubut, con agentes sociales de la ganadería ovina. En ella se encontraron evidencias de cómo productores, trabajadores, técnicos, funcionarios e intermediarios tenían diferentes definiciones sobre los problemas ambientales, sus causas, sus consecuencias y las formas de enfrentarlo. Ilustrando con la desertificación de los suelos, hubo agentes que desconocían el fenómeno; otros que sostenían la naturalización del proceso (es producto de las menores lluvias y solo “hay que esperar que llueva”) o enfatizaron en el carácter inevitable de la acción de la naturaleza y/o irreversible (y solo se puede esperar “que nos ayude el de arriba”); y los últimos daban cuenta de la complejidad que generaba la desertificación como producto de causas antrópicas y naturales y que tenía una diversidad de consecuencias. En línea con estas diferentes definiciones de la desertificación, se encontró una heterogeneidad de formas de trabajar para reducir, mitigar o prevenir sus efectos, que van desde el sostenimiento de formas “tradicionales” o extensivas de producción y trabajo en la ganadería ovina y quienes adoptaron “nuevas” formas, con mayor uso de capital o trabajo. Al igual que con las interpretaciones, estas distintas estrategias inclusive se presentaron dentro de un mismo grupo social: por ejemplo, en una entrevista colectiva en el norte de la meseta chubutense, donde se conversaba sobre la sequía un productor mencionó que frente a ese problema había que “cambiar el sistema de producción, que cuesta carísimo”, otro que había que sembrar y una tercera que había que “hacer el Camaruco”.
Este caso mostró que en la adopción de interpretaciones y prácticas sobre los problemas ambientales, los agentes ponen en juego, en relación, sus propias concepciones sobre el tiempo, el espacio, la capacidad de agencia social y la naturaleza. Para dar un ejemplo, muchos pequeños productores que tienen menos animales y dependen para su reproducción social de ellos, concentraron sus preocupaciones en los problemas de coyuntura- sequía y cenizas- y en los efectos más inmediatos- la mortandad animal- y sus demandas hacia el Estado para la provisión de forraje para evitarlos o de animales para la recomposición de sus majadas. Esto permite ver que las definiciones sobre los problemas ambientales también se encuentran atravesadas por las historias, las trayectorias, las condiciones materiales, simbólicas y culturales de existencia.
Esta investigación vuelve evidente lo que Pedro Tsakoumagkos (2006) ya había mencionado: que los problemas ambientales que pueden ser resueltos sólo en base a las ciencias naturales son, a lo sumo, problemas biológicos o ecológicos. Desde las ciencias sociales, qué es un problema ambiental y mucho más, cómo resolverlo, requiere incluir las diversas perspectivas e interpretaciones que van más allá de lo biofísico. “Los problemas ambientales no deben tanto su existencia a la magnitud, gravedad o a su simple existencia física, sino a la forma en que la sociedad, los grupos sociales y los individuos le asignan un significado, un valor y una connotación que los hace objeto de su preocupación” (Lezama, 2004: 20).
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la selección de los problemas ambientales y su definición no se realiza libre e incondicionada. Las condiciones materiales y los posicionamientos sociales siguen siendo importantes en el análisis de las cuestiones ambientales. Todavía persisten desigualdades entre agentes productivos y entre distintas regiones donde se desarrollan estas actividades económicas, y por lo tanto en las ganancias que serán obtenidas por cada uno de ellos. Por ejemplo, la adopción de muchas estrategias recomendadas para trabajar en torno a la desertificación o para las mejoras en la calidad de lana, son costosas- en infraestructura, materiales o personal técnico- y dificultosas de aplicar en la escala de los pequeños, e inclusive, medianos productores. Así se observan las desigualdades en las posibilidades de acceso a determinadas estrategias de producción y trabajo que puedan contribuir a mitigar, solucionar o prevenir los efectos de los cambios ambientales.
Por las diferentes interpretaciones, prácticas y formas de seleccionar los problemas ambientales en base a los múltiples condicionamientos materiales y simbólicos presentes en cada sociedad es que no podemos pensar que estos problemas son lo mismo para todos y que se requiere de un pensamiento crítico y atento para su análisis y comprensión.
Referencias:
Ejarque, Mercedes, La construcción social de los problemas ambientales en torno a la ganadería ovina de las tierras secas chubutenses: agentes sociales, sus interpretaciones y sus prácticas, Tesis de Doctorado de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 2015).
Lezama, José Luis, La construcción social y política del medio ambiente (México, D.F.: El Colegio de México, 2004).
Martínez Alier, Joan, El ecologismo de los pobres (Barcelona: Icaria- Antrazyt, 2004).
Reboratti, Carlos, Ambiente y sociedad. Conceptos y relaciones (Buenos Aires: Ariel, 2000)
Tsakoumagkos, Pedro, Tres enfoques económicos de los problemas ambientales, Revista FAUBA, Tomo 26, Nº 3, 213-223 (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 2006)
Es Licenciada y Profesora en Sociología, Magister en Investigación en Ciencias Sociales y Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es docente en el grado en la UBA y la Universidad de José C. Paz. En el posgrado dicta el seminario Sociología Rural de la Maestría en Desarrollo Rural de la Escuela para Graduados Alberto Soriano de la Facultad de Agronomía (UBA). Participó en diversos proyectos de investigación y cuenta con publicaciones sobre mercados de trabajo agropecuarios y la relación sociedad- naturaleza, siendo sus áreas de interés en investigación los problemas ambientales y su construcción social, los procesos y los actores sociales agrarios y las metodologías de investigación en la sociología rural. En la actualidad es investigadora en el Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Pequeña Agricultura Familiar Región Patagonia.
Contacto: mercedes.ejarque@gmail.com