En una nueva edición de «Los lunes de ciencia» de la Universidad Nacional de Quilmes, entrevistaron al Dr. Juan Manuel Cerdá sobre el rol de la enfermería desde un enfoque histórico-social.
En el pasado, las enfermeras cumplían con un rol de asistencia general, pues, si bien cuidaban a los enfermos y les suministraban sus fármacos, también limpiaban pisos, cambiaban sábanas y desarrollaban todo el mosaico de tareas que un precario sistema de salud –como el argentino– demandaba. Sin embargo, a mediados del siglo XX, con una mayor intervención estatal en la diagramación de la vida en sociedad, estas mujeres iniciaron un proceso de profesionalización que reconoció sus labores y reivindicó su protagonismo en un escenario de la salud que nunca las había reconocido lo suficiente.
El punto de inflexión, no obstante, fue durante la gestión de Ginés González García al frente de la cartera nacional de Salud (2002-2007), que acordó con diversas universidades provinciales y del conurbano bonaerense la incorporación de la Licenciatura en Enfermería. En la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), la carrera se dicta con un perfil humanístico que prepara a los alumnos para salir a un mercado laboral muy específico y plagado de tensiones y desafíos.
En esta oportunidad, el docente investigador de la casa, Juan Manuel Cerdá, describe en qué consisten sus investigaciones desde el Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) y explica los lineamientos fundamentales del libro
“La salud pública y la enfermería en Argentina” –que dirigió junto a Karina Ramacciotti y Carolina Biernat en 2015–. Por último, deconstruye los prejuicios de género que tradicionalmente asocian a la profesión con una práctica femenina, para demostrar que la enfermería también es cosa de hombres.
-A partir de la identificación de un vacío: advertíamos la necesidad de contar con un material que fuera capaz de contribuir en la formación y los intereses de los estudiantes de la Licenciatura en Enfermería. Como existían diversas líneas que abordaban la historia de la salud desde un paradigma médico, el libro constituyó el primer intento de recuperar los aspectos sociales y culturales. Se trata de una ocupación que ha estado vinculada –casi exclusivamente– a las tareas de las mujeres, por sus “dotes naturales” para el cuidado y la atención. De hecho, junto a las otras editoras, observamos la posibilidad de armar la segunda parte. El propósito será abordar lo que ocurre en otras provincias de Argentina, para poner en discusión aquella perspectiva centralista que tenemos los que vivimos en Buenos Aires respecto a las dinámicas sociales de la nación.
-En este sentido, ¿de qué manera se ponen en discusión las prácticas de enfermería que se realizan en Buenos Aires respecto a lo que se observa en otras provincias?
-A mediados del siglo XX se advierte la presencia de un Estado que pretende ejercer todas sus funciones y organiza el sistema de salud. Con ello, se inicia un proceso que se caracteriza por la desaparición paulatina de las figuras no-profesionales, aunque es posible marcar diferencias según las regiones. Por ejemplo, si en Buenos Aires las parteras dejaron de prestar sus servicios, como únicas responsables del parto, durante las primeras décadas de 1900, en el interior continuaron con sus labores hasta hace muy poco tiempo. En este marco, es fundamental problematizar la perspectiva porteño-céntrica hegemónica que está presente en la mayoría de los análisis socio-históricos.
-Es interesante la incorporación del abordaje histórico porque recupera el contexto social en que se desarrollaron las prácticas de la enfermería…
-Exacto. Es útil, también, porque permite pensar desde otro lugar las relaciones entre los pacientes y los profesionales, al tiempo que habilita a comprender realidades disímiles. A los estudiantes les brinda una mirada que los invita a reflexionar sobre las instituciones en las que trabajarán (los hospitales, las clínicas), sus escenarios puntuales de intervención (como puede ser una sala de internación) y sus relaciones con los médicos. La historia sirve para pensar los conceptos naturalizados en términos de construcciones sociales edificadas a lo largo de la historia. Las enfermeras operan como intermediarios muy valiosos entre las órdenes del sistema de salud, materializadas a partir de la figura de los médicos y las personas que se atienden y requieren asistencia.
-El propio discurso está impregnado de conceptos naturalizados. Sin ir más lejos, cuando alguien habla de “pacientes” se refiere a enfermos que deben esperar la llegada de un profesional que solucione su situación.
-Estoy de acuerdo y pienso que se podrían mencionar otras construcciones discursivas profundas. Por ejemplo, la idea de una medicina alopática (basada en el suministro de medicamentos) emerge en el siglo XX, ya que a lo largo de la historia las sociedades no curaron del mismo modo.
-Pensaba también en el concepto de “enfermera”, una práctica históricamente asociada a la labor femenina.
-Predomina una concepción vinculada a la feminización de la enfermería, que se produce muy tempranamente en el siglo XIX y se relaciona con múltiples factores. Uno muy importante tiene que ver con que existe una subordinación en el campo de la medicina entre enfermeras –tradicionalmente mujeres– y médicos –comúnmente hombres–. Esta no es una imagen inocente, más bien, es una representación que responde a mandatos de época. Sin ir más lejos, la primera médica en Argentina –Cecilia Grierson– debió recurrir a la Suprema Corte de Justicia para que la admitieran en la carrera; y por otro lado, también se percibe la discriminación inversa, con el enfermero que es etiquetado con estereotipos por las propias compañeras de trabajo.
-Por último, con la gestión de Ginés González García en el Ministerio de Salud, la enfermería se convirtió en una profesión más valorada. ¿Qué se modificó respecto a tiempos anteriores?
-En aquel momento se produjo una transformación del sistema en cuanto a promoción de salud reproductiva, anticonceptivos y educación sexual; así como también se fomentó la profesionalización de aquellas prácticas de enfermería que en tiempos precedentes no eran consideradas como tales. Para ser enfermero no era necesario pasar por una universidad, ya que con cursos en la Cruz Roja o en instituciones de educación terciaria era suficiente. En este escenario, el Ministerio realizó acuerdos con universidades del conurbano y del interior del país para transformar esta realidad. Gracias a ello, hoy es posible asegurar que sin enfermeras los sistemas de salud no funcionan.